Un punto de encuentro para aquellos que sufren cualquier forma de dolor crónico en su propio cuerpo y para quienes lo sufren como pareja, familiares, amigos o personal médico y sanitario. Un lugar abierto a quien desee exponer su caso o estudios o consultar sus dudas o realizar encuestas específicas o desahogarse… cómo y cuándo se quiera.

sábado, 8 de septiembre de 2007

UNA HISTORIA DE AMORALGIA (FASE III)

UNA HISTORIA DE AMORALGIA (FASE III)


Oigo tacones
y te siento próxima.
En la calle
o en la estructura del edificio
replicando como campanas de aleluya.

Aunque no asocia la cadencia,
tu cadencia de pasos livianos y firmes,
aunque sepa que es sólo un espejismo,
oigo tacones
y te siento próxima.

Mas cuando, in crescendo,
casi quedamente al principio,
después como una ola de luz que la playa abraza,
sé que esos pasos, de andarina melodía,
son tuyos, sólo tuyos, sólo míos:
oigo tacones
y me siento vivo.

Soy, casi sin ninguna duda,
el perro guardián siempre alerta;
oigo tacones
y te siento próxima,
oigo tus tacones
y me siento redivivo.

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Querías vivir, querías amar,
querías crecer hasta las nubes
y de allí volar como una mariposa.

Querías soñar y ser real el sueño,
querías reír y que tu risa fuese risa,
querías cantar y ser el canto enamorado.

Querías ser la rosa y ser fuente de aroma,
querías ser amanecer de cálidas caricias,
querías ser luna llena de fulgurantes estrellas.

Querías renacer y ser perenne primavera

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El espejo, como en el cuento,
jamás esconde la verdad a quien lo mira.

Y, cuando estás sola y yo duermo,
el reflejo te cuenta que todo fue mentira.

Que a lo mejor parecía un huerto
que comenzó a brotar en la sal de las heridas.

Que sólo soy el fruto del desierto,
el viento árido que te arrancó la vida.

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Si los perros hablaran...
Vigilante soledad, conocimiento vigía.

La vecina entra; el repartidor aparca,
como siempre, sobre la acera;
Abre y cierra la tienda de abajo,
siempre fuera de hora;
y si de horas hablamos, siempre a las doce,
tres por cuatro campanadas;
el viejo del bastón saludante;
el recreo de los niños más mayores;
la mujer que siempre se queja de la cadera;
los niños por la tarde en constante correría;
¡abre la puerta, mamá! ¡ábreme la puerta!;
los pájaros en la palmera, inalcanzables;
la estridencia de los sonidos modernos;
los móviles chirriantes, el motor del ascensor....

Todo bajo control
pues nadie intenta entrar en casa.
Pues casi todo es predecible.

Y, hora abajo hora arriba,
mi ama llega a mí antes que nadie lo sepa.
El motor del coche,
el cierre del portón,
sus pasos antes de subir al ascensor,
los pasos hasta la puerta,
la llave, el saludo de siempre...

Mas hoy te siento triste y nerviosa, ama;
por mi no te preocupes, ama;
no te preocupes por nada, ama;
todo está como siempre, ama;
pasan los días como siempre, ama;
y tu y yo no bastamos, ama:
como siempre, ama, como siempre.

26/04/05


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