A cuestas con un artículo del periódico argentino LA NACIÓN Meditación, la psicoterapia que más crece, me planteo si las terapias en sí poseen su propia utilidad o son una distracción.
Personalmente no soy contrario a intentar nada y más aún cuando de hecho lo hago. No recuerdo ahora donde he leído la frase 'comería arena si con ello me quitaran el dolor.
Se supone que el objetivo de la meditación es enfrentarse a la realidad y, en tal acto, acabar aceptándola y utilizarla en favor de uno: o sea, convertir lo negativo en positivo.
En mi caso, yo medito con un antifaz al tiempo que escucho música al efecto -tibetana, relajante, clásica-, pero algo mal debo hacer cuando siempre acabo durmiéndome. Será que me quedo en la etapa de relajación y no llego a adentrarme apenas en los vericuetos de mi mente. No me viene mal dormir relajado, desde luego, y por eso no voy a dejar de hacerlo, pero el hecho es que ni los científicos son capaces de ponerse de acuerdo o probar la efectividad de la meditación como antídoto del dolor.
No me queda más que esperar que la resonancia magnética funcional sea experimentada para este caso y nos aclara algo. Eso y que alguien me enseñe a lograr meditar sin dormir.
Tampoco tengo claro si debo aceptar o rebelarme. Mi médico de cabecera insiste en que acepte mi situación y que así podré decidirme a vivir pero me niego porque sé que existen soluciones poco invasivas para mejorar mi calidad de vida y porque él -y otras personas de mi entorno- ni se imagina el dolor que sufro las 24 horas del día y el que sufriría si no fuera por la medicación -y porque no me quiere subir la dosis del mórfico tal como se suponía que debiera hacer por lo indicado por la anterior doctora que, en Las Palmas de Gran Canaria, me supervisaba.
Así pues, el problema -o mi problema- es comprender cómo convertir lo negativo en positivo. Digo yo...
Personalmente no soy contrario a intentar nada y más aún cuando de hecho lo hago. No recuerdo ahora donde he leído la frase 'comería arena si con ello me quitaran el dolor.
Se supone que el objetivo de la meditación es enfrentarse a la realidad y, en tal acto, acabar aceptándola y utilizarla en favor de uno: o sea, convertir lo negativo en positivo.
En mi caso, yo medito con un antifaz al tiempo que escucho música al efecto -tibetana, relajante, clásica-, pero algo mal debo hacer cuando siempre acabo durmiéndome. Será que me quedo en la etapa de relajación y no llego a adentrarme apenas en los vericuetos de mi mente. No me viene mal dormir relajado, desde luego, y por eso no voy a dejar de hacerlo, pero el hecho es que ni los científicos son capaces de ponerse de acuerdo o probar la efectividad de la meditación como antídoto del dolor.
No me queda más que esperar que la resonancia magnética funcional sea experimentada para este caso y nos aclara algo. Eso y que alguien me enseñe a lograr meditar sin dormir.
Tampoco tengo claro si debo aceptar o rebelarme. Mi médico de cabecera insiste en que acepte mi situación y que así podré decidirme a vivir pero me niego porque sé que existen soluciones poco invasivas para mejorar mi calidad de vida y porque él -y otras personas de mi entorno- ni se imagina el dolor que sufro las 24 horas del día y el que sufriría si no fuera por la medicación -y porque no me quiere subir la dosis del mórfico tal como se suponía que debiera hacer por lo indicado por la anterior doctora que, en Las Palmas de Gran Canaria, me supervisaba.
Así pues, el problema -o mi problema- es comprender cómo convertir lo negativo en positivo. Digo yo...
Dolor crónico por problemas de espalda o columna, fibromialgia, esclerosis múltiple, artritis, artrosis, migrañas, oncológicos. etc; así como los problemas vitales y psicológicos que sufre el paciente y sus cuidadores.
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